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Reivindicar para mejorar

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Durante las últimas semanas ha habido que dedicar tiempo y energías a algunas reivindicaciones por parte de los colegiales. Toda reivindicación lleva implícito algo de descontento, de queja, de crítica. Esto en sí mismo no lo valoro como algo negativo, más bien todo lo contrario. Es un derecho de toda persona cuando va más allá de una simple pataleta infantil para convertirse en verdadera expresión de un deseo de mejorar, de crecer, de alcanzar unas condiciones mejores no sólo para uno mismo sino para toda una colectividad. “El descontento es el primer paso en el progreso de un hombre o una nación” (Oscar Wilde).

Vivimos en Madrid, una ciudad que es como la plaza pública a donde llegan las exigencias de los más diversos colectivos: manifestaciones, huelgas, pancartas, todo tipo de ruidos para hacerse oír, para exigir cambios, mejoras, ser escuchados y atendidos. Por eso no me sorprende que dentro de este pequeño mundo que es el Colegio Mayor, de vez en cuando, se den estas reclamaciones. Lo raro es que no fuese así, porque sería una prueba de que el colegio está anestesiado, adormecido, que es excesivamente conformista.

Dice la sabiduría popular que hay críticas positivas y negativas. Platón dijo que hay dos formas de inconformismo: la activa y la indolente y plañidera. Así es. Hay reclamaciones positivas y negativas, constructivas y destructivas, sin ánimo de que esto deba interpretarse como un juicio sobre lo que hemos vivido en nuestro Mayor. En este sentido quería ofreceros esta reflexión. Una reivindicación, de entrada, puede ser ya positiva, ya que supone posicionarse, reflexionar, ver el alcance o significado de lo que se pide. En este sentido, exige un esfuerzo de reflexión, y por tanto ya enriquece, independientemente de que se consiga, o no, lo que se pretendía, o todo lo que se deseaba. Ortega y Gasset decía que lo que más vale en el hombre es su capacidad de insatisfacción. No es tan enriquecedora, en cambio, la reclamación que se hace por un mero pasivo de unirme a la voz del líder, del que tiene el megáfono, para gritar lo mismo y hacer sonar la misma música. Este segundo tipo de reivindicación no conlleva ningún esfuerzo, ni reflexión personal.

Asimismo es apreciable la reivindicación que busca mejorar las cosas no sólo para mí, sino para el grupo con el que vivo. Siempre han sido dignos de reconocimiento los líderes que alzan la voz en nombre de los que no tienen voz, o no tienen la capacidad de alzarla. Lo hacen por una justicia mejor, por unos objetivos loables. En esa línea, nunca dejéis de pedir, de exigir, de buscar lo mejor. Muy diferente es el lamento por el lamento, la reivindicación simplemente para minar y atacar a la dirección. Es algo a lo que estamos acostumbrados cuando llegan épocas electorales: se alza el volumen del descontento, de la crítica por el simple hecho de desgastar a quien está en el poder. Se trata de una reivindicación que tiene muy poco de constructiva y que busca sólo agitar y crear estado de alarma, porque así se ven más posibilidades de crecer y abrirse paso los intereses personales.

Concluyo con una última consideración. No todo vale, no todos los medios son lícitos para conseguir un objetivo. No hay fin que justifique cualquier medio. En este sentido hay que saber distinguir el fondo y la forma de toda reivindicación. No hay que olvidar nunca los derechos de terceras personas y cómo afectan estos hechos a la confianza de las partes implicadas, en definitiva, a la armonía del grupo, porque nunca es bueno que al final de toda reclamación haya vencedores y vencidos. Justamente es aquí donde todos seguramente algo hemos podido aprender para el futuro y para la vida en general. Así es como maduramos y crecemos.

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