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Como en años anteriores, y en definitiva como siempre, sumamos el amor que tenemos para dar, adornando nuestros días y lugares cotidianos del Colegio Mayor de luces y colores en tiempos que todavía se presentan apagados y grises. Intentamos el mayor encuentro posible, la convivencia, el agasajo, cumpliendo protocolos que resultan prudentes y seguros pero que no fueron redactados para contemplar emociones. Pero es lo que nos toca, como seres temporales e históricos, somos protagonistas en este lugar y en este tiempo.
La celebración y el festejo fueron siempre parte de la realidad humana, de su esencia, identidad y costumbre. Pero cumplir con ello hoy vuelve a ser difícil, complejo, como en otras épocas complicadas de la Historia, en medio de limitaciones y regulaciones que son comprensibles pero que no dejan de distanciarnos, que limita un abrazo sincero, que tapa la dulzura de una sonrisa o impide un regreso al calor del hogar.
Es por ello que todo lo que podamos hacer, aunque sea ese “todo” tan particular que permita el protocolo o recomendación sanitaria, debemos intentar disfrutarlo en plenitud, entendiendo que el objetivo es encontrarnos, los mismos, el año que viene. Porque ya soplarán mejores vientos.
Y en ese celebrar, no debemos olvidarnos entre tantos test, protocolos y distancias de seguridad, de cuál es el verdadero sentido del festejo, del motivo de lo que nos reúne. Esa estrella iluminada y el misterio del Belén en el hall de entrada de nuestro Colegio Mayor nos interpelan constantemente, son símbolos de recuerdo permanente en el lugar más transitado de la institución para que no nos olvidemos de la singularidad del festejo, del por qué de este tiempo excepcional.
Porque es tiempo de Adviento, tiempo de Navidad, tiempo de ese “amigo visible” que es Dios con nosotros, donde contemplamos y admiramos como el más grande se hizo hombre, se hizo niño, para darnos su amor y su compañía.
Se podrán buscar otros significados pero la auténtica Navidad será la que tenga a Cristo en el centro, en todo y en todos. Y eso es lo que deseamos cada uno de los que formamos parte de la Comunidad Educativa del Colegio Mayor Jaime del Amo.
En épocas de vacíos, ausencias y limitaciones será bueno aprender lo que nos enseñó Santa Teresa de Jesús, Patrona de España: “Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta”. Con el mayor de los afectos, les deseo una muy feliz Navidad para todos y que el niño Jesús crezca en cada uno de nuestros corazones.