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El arte de la vida

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Hay una sabiduría que no se suele aprender en los libros. En realidad, ni siquiera tener muchos años es garantía de poseerla. Y sin embargo, es la más importante. Es la sabiduría que asegura las herramientas para saber bandearse con los vientos de la vida y lidiar con los toros, a veces mansos pero muchas otras veces demasiado bravos, que nos pone la vida por delante.

A estas alturas del año, hay un buen grupo de colegiales que está dejando el Colegio Mayor. La mayoría seguirán sus estudios universitarios y residirán en un piso con algunos amigos, generalmente del grupo de amigos formado en el mismo Colegio.

El cambio no es baladí. La convivencia en el Colegio Mayor, donde hay 160 colegiales, no es lo mismo que compartir un piso donde van a ser cuatro. Cambia la relación. Cambian los espacios. Los que salen del Colegio piensan a veces que, por fin, se van a ver libres de normas y reglamentos. Pero pronto descubrirán que en el piso hay que poner inmediatamente algunas normas mínimas si no quieren vivir en el caos, lo que está muy bien para unas vacaciones de fin de semana pero no para un curso entero.

El piso se convierte pues en otro momento privilegiado para aprender la sabiduría de la vida, el arte de lidiar con los toros de la convivencia, el arte de la tolerancia, el arte de saber ceder en un momento y exigir en otro, el arte de establecer unas normas comunes que favorezcan el respeto mutuo. Y todo eso ya no viene de una autoridad superior sino que tiene que surgir de los mismos que comparten el piso. Lo mismo que el Colegio, el piso se convierte también en una escuela de aprendizaje. Pero se pone en un nivel superior. Es como la diferencia entre el grado y el máster. El Colegio es el grado y el piso el máster.

El Colegio tiene su tiempo y el piso también el suyo. Todo es aprendizaje de la sabiduría de la vida. Como en la vida misma, a veces se aprende suavemente y otras veces a golpes. Lo de los pisos no siempre termina bien. La experiencia me dice que a veces los pisos terminan explotando como una bomba de relojería. No siempre pero sí a veces. La convivencia es, por definición más difícil en un piso que en el Colegio. Supone un nuevo reto.

Pero la vida está hecha de retos. No hay otra forma de aprender la sabiduría de la vida más que a través de la misma experiencia de vida.

A todos los que se van del Colegio este año les deseo lo mejor. Que sigan creciendo. Que sigan aprendiendo. Que saquen buenas notas en la Universidad. Y que saquen buenas notas en la vida. Que aprendan y vivan los deberes y derechos que lleva consigo la libertad. Quizá con los años valoren el Colegio de otra manera.

P. Fernando Torres Pérez cmf

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